ABUELO, CUENTAME
UN SIGLO
“UN SIGLO DE
TRADICION Y MUSICA
DE MI PUEBLO”
P´APU PIRÉRI
UN SIGLO DE TRADICION Y MUSICA EN MI PUEBLO
La historia de mi pueblo es más de
un siglo de música.
La música se lleva en el alma, se nace con ella, Mi tierra
tiene una historia musical muy grande,
en casa mamá cantaba, la gente la recuerda porque no ha habido nadie que se
escuche cantar desde el templo hasta el puente donde empezaba el camino a
Charapan.
Mi
papá tocaba la “sétima” (guitarra séptima) y
plasmó sus sentimientos en una tierna “pirekua” que canta al “lirio morado”, que crece sobre
las altas ramas de los encinos, eternos compañeros de los aromáticos pinares de
los pueblos P´urhépecha.
Ellos nacieron cuando el siglo aún era un niño pequeño, entre la apacibilidad de
los bosques llenos de árboles y las escasas noticias de lo que pasaba en los
lugares, donde los campesinos y los indígenas se empezaban a rebelar contra don
Porfirio y sus secuaces que se la pasaban arrebatándoles sus tierras.
Mi
mamá me platicaba que mi tío Alfonso Alfaro anduvo en la revolución con unos
que se levantaron para rescatar las tierras,
los agarraron los federales y los
fusilaron.
En
ese tiempo la música ya había dado fama a Zacán, Su banda de música salía a
tocar en las fiestas de los pueblos
cercanos y desde muy retirado venían a
contratarlos, su repertorio iba desde la música nuestra, sones y abajeños,
hasta las polkas y valses de la época , pero sin faltar nunca la música clásica que desde hacía mucho
tiempo habían aprendido de los frayles que llegaron a enseñar la religión y que
siempre había sido del agrado de todas las personas en el pueblo.
En
una ocasión vino un General que andaba en la Revolución y al oir lo bonito que
tocaban se los llevó a la ciudad de México como su Banda de Música oficial, les
ofrecieron instrumentos nuevos, pero ninguno de ellos quiso comprometerse para
andar permanentemente en esas aventuras y de uno en uno empezaron a regresarse
a su tierra donde tenían su familia, su milpa y su música.
Después de la Revolución nuestra comunidad
igual que todo México quedó sumida en la pobreza y a la pobreza se sumó pronto una epidemia de cólera que se llevó
familias enteras y dejó diezmadas a muchas poblaciones, cuentan que en Uruapan
recogían a los apestados en unas carretas y
por montones los llevaban a que terminaran de morirse en un lugar que
fue una Empacadora allá por la época de Porfirio Díaz, cuando terminaban de morirse los
enterraban en pozos grandes.
Unos años mas tarde empezó el problema de los Cristeros,
recuerdo que cuando era niño, un día estábamos jugando canicas con otros
niños de Tarecuato, cuando de pronto llegaron corriendo los federales y tirando
balazos porque los cristeros estaban acampados en el atrio del templo, mataron
a muchos, a otros los dejaron colgados en uno de los fresnos que todavía esta frente a la
iglesia.
Uno de los cristeros que se
había separado del grupo del atrio se
fue a ver cómo hacía adobes un señor en una casa cercana, al oir la balacera se
enterró en el lodo y ahí estuvo hasta que se fueron los federales, eso lo salvó
de que lo mataran. Después hicieron una fosa común y enterraron a todos los que
habían muerto en el enfrentamiento.
A pesar de
esos problemas los niños de mi pueblo acudimos a la escuela en donde aprendimos a leer y a escribir, la escuela
funcionaba en un troje en el centro y en
el atrio de la iglesia, recuerdo que el maestro era una persona muy entregada a
su trabajo y además era muy aficionado a montar obras de teatro que se
presentaban en fechas especiales para el gusto de toda la población.
Tengo también un recuerdo muy presente de estos tiempos en
los que casi toda la gente sabía tocar algún instrumento de música y
participaba en alguna de las bandas.
Aunque el amor por la música estaba presente entre casi
toda la gente, algunos creían que ser músico era dedicarse a la borrachera,
cuentan que en una ocasión uno de
grandes compositores que ha compuesto conocidas melodías iba al campo y un borracho le preguntó:
- ¿A donde vas?
-
Voy al campo.
-¿Y ahora cuantos tienes estudiando para borrachos?
-¡Con que tú no eres mi alumno y mira como estás!
Cuando reventó el volcán, mi papá y yo veníamos de hacer
los trabajos de la cruza rumbo a la población de Zicuicho allá por un
lugar que le llamamos “Uancho”, eran
como las tres de la tarde y a lo lejos por el lado de Parícutin se veía una columna muy grande de
humo y entonces mi papá me dijo:
-
¡ Mira se ha de estar quemando
allá por el rumbo del aserradero de
Camiro!,
Llegamos
y comimos y cuando estaba obscureciendo empezaron a llegar las gentes de
Parícutin venían llorando, muy asustados, decían:
-
¡ La tierra se esta quemando!.
Habían traido sus animalitos, caballos, borregos,
vacas, gallinas y todo lo que pudieron
traerse.
Entonces fuimos a “devisar” desde el cerrito de la pila lo
qué estaba pasando, sólo se veía una columna muy grande humo, los truenos se oían como ráfagas, seguimos yendo
a verlos los demás días y otros de plano se animaron a acercarse hasta el
terreno donde se había abierto la tierra.
Temblaba muy seguido y cuando estabamos viendo desde lo
alto del cerrito mirábamos cómo la tierra se
iba moviendo y la ondulación
caminaba del volcán hasta donde estábamos parados.
Antes de que reventara el volcán temblaba muy seguido, y cuando ya reventó
siguió temblando durante mucho tiempo, la columna de humo no la dominaba el aire y se levantaba por muchos kilómetros,
la arena se iba hasta muy lejos, algunas veces caía con agua y se pegaba en las ramas de los arbolitos, los que
con el peso de la arena y el agua terminaban por degajarse por eso en los
lugares donde antes estaba lleno de pinos volteaba uno y veía sólo palos como
estacas.
A los animales teníamos que sacudirles su rastrojo y las
hierbas que se comían, aún así cuando los mataban para comerlos se les encontraba arena en el
librito.
Pocos
días después cuando ya empezó a echar
lumbre el volcán regresábamos a nuestro mirador en el cerrito y entre
asombrados y asustados veíamos al volcán como
un castillo todas las noches.
Aquí en la casa se quedaron a vivir durante algunos días
unas personas de Parícutin, otros se
fueron a alojar con otras familias de aquí de Zacán, una señora que todavía
vive, viene a vender pan a San Lorenzo ella dice que vivió en casa de tío
Martín Valencia y cuando conoce a alguna de las gentes, les pide que les
saluden a las familias que recuerda con agradecimiento.
Otras personas se
quedaron a vivir y empezaron a sembrar terrenos de gente de aquí, fueron
siempre bien recibidos, la gente les ayudaba mucho, desde hacía tiempo los dos
pueblos se llevaban bién y cuando llegaba la Fiesta del 6 de agosto nosotros
íbamos a Parícutin , allá se daba mucha pera.
Las tierras se llenaron de arena y
ya no se pudo cultivar nada si uno sembraba, las matitas se quemaban, al no
tener qué comer, los animales se empezaron a morir y todo empezó a
escasear, parecía que el coraje del volcán
iba aumentando y fué entonces cuando nos empezamos a ir a otros lugares, los
truenos se hicieron cada vez más fuertes
y la arena comenzó a hacer que los tejados de los trojes y las cocinas se cayeran.
La gente pensó que ya no habría remedio y que era necesario irse a otro lado, nosotros nos fuimos a Zicuicho como a 10 kilómetros al
norte de Zacán, desde ahí pero mucho más retirado veíamos el volcán, después
nos fuimos a Paracho, donde duramos cuatro años, otras gentes se fueron a
Charapan, algunos más a San Felipe y otros
a Uruapan, Los Reyes y a Zamora.
Aunque no se apagó el volcán,
regresamos al pueblo, otras familias nunca más volvieron, compraron sus
solarcitos, construyeron sus casas y se enseñaron a hacer guitarras, por eso en
Paracho gran parte de las familias llevan algún apellido de Zacán.
La erupción del volcán es una de las
causas por las cuales gran parte de la población de la región, tuvo que salir a
buscar trabajo y hogar a lugares cercanos y también a los Estados Unidos de
Norteamérica.
En el año en que reventó el volcán en 1943, vinieron de
fuera a hacer contrataciones para ir a trabajar a los Estados Unidos, después
supimos que estaban enredados en la segunda guerra mundial y necesitaban
trabajadores que les cultivaran sus tierras y
produjeran alimentos para su
población, les fabricaran armas y mercancías para sus gentes, muchos de aquí que no tenían tierras ni animales que cuidar se fueron al
norte y los que eran dueños de tierras y bienes se quedaron en el pueblo.
Algunos de los que
fueron, se quedaron allá hasta por unos 10 años y son ellos quienes trajeron a la comunidad costumbres
diferentes, traían harto dinero, se vestían diferente y hacían cosas
diferentes, recuerdo que uno de ellos cuando regresó, trajo el primer camión y
la gente fue hasta muy retirado a verlo
llegar y a ayudarle a avanzar en el angosto
camino de San Juan Parangaricutiro a nuestro pueblo.
Fue esta persona la
que también trajo por primera vez un radio y cuando la gente oyó el radio
empezó a cambiar su gusto por la música clásica y comenzó a oir las “piezas” (mambos, boleros,
danzones) las señoras de mi pueblo decían que sólo las “peladas” las bailaban.
Así fuimos cambiando en la forma de vestir, dejando de hablar únicamente el P´urhépecha,
de bailar solamente los sonecitos y abajeños, los músicos de nuestras bandas y
de nuestras orquestas dejaron de tener el gusto por las buenas ejecuciones
musicales, el equilibrio en las intensidades de las melodías y empezaron a
preferir la estridencia y la fuerza.
Y después vino la
carretera, antes la brecha pasaba por la población de Parangaricutiro a donde
llegaban las “flechas” de Los Moscardo y de el Sr. Primitivo caballero, uno que
otro camión de carga y carretas tiradas por bueyes, al quedar llenos de arena los terrenos hubo
necesidad de abrir un nuevo camino, por eso se empezó a construir con balastre
y puentes de material.
Mucha gente del pueblo se fue a trabajar a pico y pala y
este fue uno de los trabajos que permitió que mucha gente tuviera trabajo,
entre los contratados hubo un grupo que nos organizamos y al darnos las
tareas nos íbamos ayudando entre
nosotros para terminar pronto, pero había un capataz que era de aquí mismo y
nos acusó con los contratistas para que nos sacaran, pero al investigarse se
supo que era una vil mentira y continuamos en la obra.
La carretera
nos fue de utilidad porque tuvimos trabajo para mantenernos, llegaron gentes de
otros lados a ver el volcán, pero también
gentes que se llevaron nuestras riquezas, a traernos otras costumbres.
En ese
tiempo en la comunidad no había luz
eléctrica, cuando se necesitaba alumbrar por las noches utilizábamos ocotes que
se colocaban en piedritas lajas que salían de las bardas, o en una especie de
atriles de madera que conocíamos como
“churingos”, cuando había una fiesta,
la plaza se llenaba de churingos que alumbraban el lugar.
Luego llegó
el petróleo y empezó a utilizarse en las lámparas, hasta que un día del mes de
diciembre, cuando regresábamos de un rancho cercano a Zacán, se nos hizo noche en
el camino y a lo lejos empezamos a ver un resplandor por el rumbo del pueblo,
se oían la música y los cohetes, nos preguntamos qué estaría pasando, cuando
llegamos la luz eléctrica estaba iluminando las calles desde los postes de cada
esquina y la gente contenta decía:
¡Parece como si fuera de día!, ¡Estábamos tan contentos que no nos
queríamos ir a dormir ¡.
Nuestro pueblo está en un lugar muy alto y no hay
manantiales superficiales, de vez en cuando se escasea verdaderamente el agua,
la que nos llega a la pila viene de unos destiladeros en el fondo del “cerrito” que parece que fue hace
muchísimo tiempo un volcán, por eso el agua no era suficiente para lavar y para
otros quehaceres y la gente tenía la costumbre de ir a otros destiladeros
cercanos a lavar la ropa y a bañarse.
Cuando había bodas o fiestas hasta allá se llevaba a lavar
el nixtamal para hacer los tamales o “kurundas” en nuestro idioma, para tener
agua en la casa la acarreábamos de la pila en cántaros y en “maromas”, nos
gustaba ir al agua, porque ahí podíamos
ver a las muchachas y platicar con la
novia, ahí nos juntábamos con nuestros amigos a contarnos nuestras
alegrías y nuestros sinsabores en
algunas ocasiones a cantar pirekuas a las muchachas del pueblo, ahora a todas
las casas llega el agua, pero la pilita sigue siendo un lugar para juntarnos.
La música ha
sido la razón de ser de nuestras gentes, ahí nacieron grandes músicos que
formaron varias bandas y orquestas que han acompañado las
tradiciones, ahí nacieron las
pirekuas(canciones) “Flor de canela”, “
Josefinita”, “ Muchacha tarasca”,
“Sesánhari”(cara bonita), “Charandita” “Tatá Cesario”, “lirio Morado” y muchas
otras que no terminaríamos de nombrar.
La danza no puede faltar, donde nos
gusta y amamos la música la acompañamos también con movimientos y reverencias,
el 6 de enero se organiza la danza de “Los viejitos”, el día 24 de diciembre
“Los negritos”, “los Pastores “ y los “Jelelelés” a medio año “ Los Moros”,
“las uananchas de Santa Rosa” que se encargaban de cuidar y “enrosar” (poner
flores)a la Virgen.
Cuando creíamos que nuestras
tradiciones iban a perderse, los jóvenes empezaron a interesarse en ellas, han
querido conocerlas, pero lo mejor de todo, fortalecerlas, rescatarlas y
compartirlas, ahora se organizan concursos donde nos reunimos las comunidades
de La Sierra, de la Cañada de los Once pueblos y del Lago de Pátzcuaro y podemos decir que nuestra cultura ha estado
viva, vale y que a pesar de los cambios,
es nuestra fortaleza y debemos luchar por conservarla.
Zacán
Michoacán, 15 de agosto de 1999
Eloy Valencia Alfaro
P´APU PIRÉRI
El Tata K´eri de
Zacán
(1912-2009)
Por
Mtro. Andrés Campos S.
Edmundo Campos nace en la comunidad indígena de Zacán Michoacán, el 18
de diciembre de 1912, en medio de uno de los acontecimientos armados más
importantes y significativos de la vida histórica de nuestro país, la
revolución mexicana. Hijo legítimo del capitán revolucionario Tomás Campos Sosa
y de la señora Martina Galván Campos, ambos oriundos de la misma comunidad de
Zacán.
Como todos los niños indígenas de su época, Edmundo tuvo una infancia
difícil por las circunstancias propias que los pueblos vivían en torno a la
revolución y en su caso aún más, pues su padre era un personaje activo dentro
del movimiento armado y esto le hacía más difícil su existencia ya que no
contaba con su padre por largos periodos.
Siendo un adolescente de tan sólo 15 años de edad, sufre la pena de
perder a su padre quien muere por enfermedad en 1927. A partir de ese momento,
el hijo del revolucionario crece al lado y bajo la tutela de su tío, el señor
Marciano Galván Campos quien prácticamente lo adoptó y le enseñó a trabajar en
las labores del campo pues por otro lado el joven estaba tomando las riendas y
responsabilidad del hogar por ser hijo único de familia.
Durante su juventud estudió música con su tío Martín Campos Sosa en
compañía de sus primos Pilar y Expedito Campos con quienes se integró años más
tarde a la banda musical del pueblo de Zacán, bajo la dirección de los maestros
Juan Aguilera y Leobardo Medina, tocando Barítono, saxor y percusiones.
Como es tradición en nuestra comunidad, todos los varones niños, jóvenes
y señores participan en la danza de la adoración del niño Dios, los días 6, 7 y
8 de enero de cada año, principalmente
por manda y cargo, y en pago a los milagros o favores recibidos por el niño
Dios. Él no fue la excepción y se inició así en el apasionante mundo de la
danza, primeramente bailando como danzante de fila. (Viejito)
En 1936 contrajo matrimonio con la señorita Juana Ortiz López con quien
procreó tres hijos, Tomás, Julián y Celina.
En 1944, a
consecuencia de la erupción del volcán Parícutin,
emigró a los Estados Unidos de Norte América para trabajar de bracero al
igual que muchos miles de campesinos damnificados por el fenómeno natural.
En 1946, junto con algunos
integrantes de la danza y unos cuantos músicos de la orquesta inician los
esfuerzos por reactivar las actividades y festejos de la comunidad de Zacán,
pues el calendario de celebraciones religiosas y paganas se vio seriamente
afectado principalmente por la ausencia de la gente que salió del pueblo a
vivir a otras comunidades, a consecuencia de la abundante arena volcánica que
invadía los predios y las casas de los pueblos aledaños al Paricutin, desde
1943.
Es en ese año 1946, y siendo carguero en turno el señor Prisciliano
Jacobo, Edmundo comenzó a bailar de Tata K´eri, (personaje
principal) en sucesión del señor Antonio Alfaro quien por su avanzada edad le
hereda el cargo y la responsabilidad del personaje entregándole en sus manos, la
máscara y el bastón de mando, en el entendido claro que anteriormente la sucesión del Tata K´eri era
toda una ceremonia y no cualquier persona podía asumir y encarnar tal
responsabilidad, ya que el personaje requiere y exige un alto nivel de
compromiso, liderazgo y sabiduría, además de una habilidad extraordinaria para
bailar. De esta forma se convirtió en la tercera generación familiar de dicho
personaje ya que su abuelo paterno, el señor Higinio Campos interpretó el Tata
K´eri alrededor del año 1860 y su padre Tomás Campos portó la misma máscara y
bastón de mando a principios de 1900.
Su primera pareja en la danza, bailando e interpretando el personaje de la Amanba o
Maringuía fue el señor Pedro linares y posteriormente los señores Luis
Ramos, Fidel Huéndo y Loedegario Morales (Tío Lolé)
El 15 de enero de 1948, contrajo segundas nupcias con la señorita Juana
Salceda Valencia con quien procreó ocho hijos. (Luis, Juan, Ubaldo, Justino,
Martina, Victoria, Gilberto y Andrés).
Edmundo Campos encabezó la danza de los viejitos de Zacán durante 37
años en forma consecutiva, entregando su amor a la danza y a su personaje,
marcando con ello una época y un estilo único; Fiel a sus creencias e ideales y
brillante por su encantadora forma de bailar. Es por ello que hoy forma parte
de la lista de honor de los hombres que dejan huella no solo en el recuerdo de
la propia comunidad sino en la memoria del arte universal y de la humanidad.
Dejó de bailar el 8 de enero de 1983, a sus 71 años de edad, no sin antes
encomendar la responsabilidad, el conocimiento, el amor y el respeto por la
danza y en especial por el personaje del Tata K´eri, al último de sus hijos,
Andrés Campos quien debutó bajo su tutela el 6 de enero de 1991 como Tata K´eri
cumpliendo así con el compromiso y la responsabilidad de transmitir y heredar el
personaje a la nueva generación logrando con ello, la permanencia de una
dinastía y un linaje que ha tenido el honor de danzar con la misma máscara por
mas de 150 años.
Murió el 23 de julio del año 2009 en la cuidad de Zamora,
Michoacán, a los 97 años de edad. Sus
restos yacen en su amado pueblo de Zacán.
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